Diversos estudios revelan que las escuelas de campo logran reducir el uso de plaguicidas y sus riesgos

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17 de febrero de 2014, Roma - Las escuelas de campo que forman a los agricultores en métodos alternativos de control de plagas han logrado eliminar casi por completo el uso de plaguicidas tóxicos en una comunidad dedicada al cultivo de algodón en Malí, según un nuevo estudio de la FAO publicado hoy por la Royal Societyde Londres.
  
El estudio se realizó en dos áreas: la región de Bla en Malí meridional, donde la FAO estableció un programa de escuela de campo en 2003, y una segunda zona, Bougouni, en el que el programa aún no estaba activo.
 
A pesar de que sólo el 34 por ciento de todos los productores de algodón de la zona participaron en el programa, el uso de plaguicidas en todas las explotaciones algodoneras de Bla -más de 4 300 familias- cayó en un sorprendente 92 por ciento. El estudio de la FAO concluyó además que el abandono del uso de plaguicidas no tuvo impacto negativo en los rendimientos.
 
El área de Bougouni -donde no hubo formación- no experimentó ningún cambio en el uso de plaguicidas en el mismo período de ocho años. Ello sugiere que el conocimiento de los métodos alternativos de control de plagas fue difundido por los participantes del programa a otros agricultores de la zona, lo que subraya el potencial de las escuelas de campo para agricultores para actuar como catalizadores de un cambio generalizado de las prácticas agrícolas.
 
Disminuyendo el uso de productos químicos y cambiando a "biopesticidas" alternativos -como el extracto de árbol de nim-, los productores del grupo de estudio de Bla redujeron sus costos medios de producción individuales. (Véase el recuadro más abajo para más información sobre el manejo integrado de plagas).
 
Al evitar tener que aplicar más de 47 000 litros de plaguicidas tóxicos, los agricultores ahorraron casi medio millón de dólares durante el período del estudio.
 
La capacitación  de los agricultores en métodos alternativos de control de plagas ha demostrado ser tres veces más rentable que la compra y el uso de pesticidas sintéticos, según el análisis de la FAO. 
Más de 20 000 productores de algodón han pasado ya por las escuelas de campo en Malí.
 
"Tenemos que aprender de la experiencia de los campesinos. La educación pragmática, sobre el terreno y centrada en los agricultores puede y debe jugar un papel clave en fortalecer y hacer más sostenible a la agricultura”, aseguró el Director General de la FAO, José Graziano da Silva. "A fin de cuentas –añadió-, la intensificación sostenible será el resultado de la acción colectiva de millones de pequeños campesinos, que a través de sus decisiones diarias marcan la trayectoria de los ecosistemas agrícolas en todo el mundo”.
 
Un cultivo importante 
 
El algodón es el principal motor del desarrollo económico de Malí, donde se calcula que 4 millones de agricultores se dedican a este cultivo de elevado valor, que representa del 8 al 9 por ciento del PIB maliense y que aporta hasta un 75 por ciento de los ingresos por exportaciones del país.
 
El uso de plaguicidas en la producción del algodón maliense se duplicó entre 1995 y 2001, pero los rendimientos, sin embargo, se redujeron debido a la creciente resistencia de las plagas.
 
Nuevas herramientas para la vigilancia de amenazas 
 
Dos estudios relacionados con el mismo proyecto de la FAO también publicados hoy por la Royal Society -realizados por científicos de la Oregon State University (OSU) de EEUU, junto con investigadores en África Occidental y en diversas instituciones, entre ellas la FAO- revelan hasta que grado el uso de plaguicidas en África Occidental plantea riesgos para la salud humana y el medio ambiente.
  
Uno de estos estudios, realizado en 19 comunidades diferentes en cinco países de África Occidental, utilizó modelos de evaluación de riesgo vanguardistas para proporcionar el primer análisis detallado de los riesgos de los plaguicidas en la región. Los resultados ponen de relieve una serie de plaguicidas específicos que plantean amenazas generalizadas e importantes para la salud humana y la fauna silvestre terrestre y acuática.
 
El estudio detectó también que los trabajadores agrícolas y los miembros de sus familias -incluidos los niños- están expuestos de forma rutinaria a altas concentraciones de pesticidas tóxicos como el metamidofos y dimetoato, en los cultivos en los que trabajan. El uso de ropa de protección para reducir la exposición a plaguicidas es algo prácticamente desconocido en África Occidental, y los problemas de salud, hospitalización y muerte debido a la exposición a sustancias químicas de trabajadores agrícolas no son infrecuentes.
 
Según el autor principal del estudio, Paul Jepson, del Centro de Protección Integrada de Plantas en la OSU “nos quedamos impactados al descubrir un uso tan generalizado de plaguicidas organofosforados altamente tóxicos, pero al estudiar y cuantificar cuidadosamente su uso, sentamos las bases para una actuación muy necesaria por parte de los responsables de las políticas, investigadores y educadores".
 
Los autores sugieren un triple enfoque para la gestión de riesgos de los plaguicidas, incluyendo sistemas de seguimiento que faciliten la toma de decisiones con base científica, sistemas normativos funcionales y programas eficaces de formación de agricultores.
  
El tercer estudio sobre el proyecto de la FAO señala el primer uso en la región de los dispositivos de muestreo pasivo (PSD, por sus siglas en inglés), desarrollados por la Oregon State University. Se trata de herramientas con una tecnología simple que capturan y concentran una gran variedad de plaguicidas y otros productos químicos que se encuentran en el medio ambiente. Esta herramienta es un gran avance para el control de la contaminación en zonas remotas en las regiones menos desarrolladas.
 
Los dispositivos PSD fueron desplegados y sus resultados analizados de forma simultánea en laboratorios de África y Estados Unidos, para mayor verificación. Esto abre la posibilidad para un análisis generalizado de plaguicidas en las aguas superficiales de África Occidental.
 
Los tres estudios que aparecen hoy en la revista de la Royal Society fueron cofinanciados mediante un proyecto regional de seis países, financiado por el Fondo para el Medio Ambiente Mundial (FMAM) a través del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) y ejecutado por la FAO. El proyecto se denomina Reducción de la dependencia de contaminantes orgánicos persistentes y otros productos agroquímicos en las cuencas de los ríos Senegal y Níger a través del Manejo Integrado de productos, plagas y contaminación.
 
Según asegura William Settle, encargado de coordinar el proyecto de la FAO en Malí: "este esfuerzo ha facilitado que se asocien científicos de todo el mundo y sus homólogos de África Occidental: los resultados son sorprendentes, y tienen el potencial de transformar el debate sobre los riesgos de los plaguicidas y la gestión sostenible de los cultivos en esta región ecológicamente frágil”.
 
La FAO realiza su trabajo en el manejo de plaguicidas en África Occidental a través de una estrecha colaboración con los gobiernos de la región, así como con organizaciones como el laboratorio CERES/Locustox y el grupo ENDA-Pronat en Senegal y el Centro de Protección Integrada de Plantas de la OSU.
 
La financiación para el programa de la FAO fue aportada por la Unión Europea y el gobierno de los Países Bajos, y contó con una subvención del FMAM/PNUMA.


Escuelas de campo para agricultores y manejo integrado de plagas

El Programa Regional de la FAO de Manejo Integrado de Productos y Plagas en África Occidental (MIPP), establecido en 2001, está actualmente activo en siete países de África Occidental: Benín, Burkina Faso, Guinea, Malí, Mauritania, Níger y Senegal. Aproximadamente 30 países de África subsahariana han empleado una estrategia de escuelas de campo, al igual que 90 países de todo el mundo.

A través de un enfoque de "Escuelas de campo para agricultores", el programa involucra a las comunidades agrícolas para introducir métodos basados en el descubrimiento en los ensayos de campo, adaptando -y luego adoptando-, las mejores prácticas agrícolas.

El MIPP consiste en enfoques respetuosos del medio ambiente para hacer frente a los problemas de las plagas, tales como la introducción de insectos depredadores beneficiosos, el uso de bioplaguicidas naturales, o la adopción de prácticas agrícolas que garantizan que las plantas están sanas y resistentes cuando hay más posibilidades de que se produzca un ataque de las plagas.

En la mayoría de los lugares, esta estrategia es relativamente fácil de adoptar mediante el uso de materiales locales. Se basa en gran medida en la prevención, y en los agricultores den prioridad a la detección temprana de los problemas y conozcan las distintas respuestas posibles.

Hasta la fecha, el programa FAO-MIPP ha capacitado a aproximadamente 180 000 agricultores en África Occidental y más de 2 000 instructores de los servicios gubernamentales de extensión, empresas algodoneras, organizaciones de agricultores y ONG. El programa se está ampliando a otros países de la región.