Tres
realidades regionales simultáneas que enfrentan problemas comunes. Así es la tenencia
de la tierra en América Latina y el Caribe, de acuerdo con el informe IICA FAO
CEPAL del 2013.
San José, Costa Rica, 13 de febrero, 2013 (IICA).
Fragmentación en México, Centroamérica y las naciones andinas, concentración en
los países del Cono Sur y mayoritaria tenencia estatal en el Caribe, son las tendencias
generales de la estructura de propiedad de la tierra en América Latina y el
Caribe, tres dinámicas distintas pero que viven problemas comunes: degradación
ambiental y antigüedad y problemas institucionales de los catastros en casi todos
los Estados.
Además, la región presenta un incipiente
acaparamiento de tierras, sobre todo en países grandes como Brasil y Argentina,
una situación que podría acarrear un nuevo tipo de latifundio y conflictos de
soberanía territorial, de acuerdo con el informe Perspectivas de la agricultura y del desarrollo rural en las Américas
2013: una mirada hacia América Latina y el Caribe,
elaborado por el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura
(IICA), la Oficina Regional para América Latina de la Organización de las
Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y la Comisión
Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL).
El documento explica que las compras de
vastas superficies de tierra las hacen generalmente personas particulares,
grandes empresas internacionales y países que desean incrementar su acceso a
recursos naturales. Entre los compradores en América Latina (excluyendo al
Caribe), es mínimo el alcance de las naciones del Golfo Pérsico, China, Corea
del Sur e India, países que sí son los principales inversionistas del mercado
de tierras en otras partes del mundo.
La
tendencia predominante es que los compradores sean empresas transnacionales de
la misma Latinoamérica dedicadas al cultivo de commodities o flex crops
(cultivos de uso múltiple, ya sea para alimentos, forrajes o combustibles), producción
forestal y servicios ambientales, turísticos y de conservación, o bien firmas
que pretenden acceder a recursos mineros y energéticos.
Por
el contrario, la fragmentación en México, Centroamérica y los países andinos
ocurre, sobre todo, por ventas y herencias. Sobre este tema agrega el reporte:
“La región cuenta con millones de pequeñas explotaciones campesinas que
coexisten con medianas y grandes explotaciones, generando una estructura
agraria muy heterogénea, en la que se reproduce un esquema de desigualdad en la
distribución de activos que perpetúa y acentúa las brechas de productividad”.
En
el informe conjunto, el IICA, la FAO y la CEPAL recomiendan a los países
latinoamericanos mantener y ampliar el acceso a la tierra con especial atención
a los pequeños agricultores, así como implementar políticas que les beneficien
en cuanto a titulación, reparto de propiedades, asistencia técnica, riego,
asociatividad, infraestructura y crédito.
Males generales
Entre las complicaciones con las que deben
lidiar varios países de América Latina también destacan las tensiones entre
campesinos y grandes propietarios, la reivindicación de tierras por parte de
grupos indígenas, los conflictos armados y el narcotráfico.
Las ciudades también ejercen presión sobre
el campo, no solo por el intenso uso del suelo, cada vez más industrial y menos
agrícola, sino porque atraen con más fuerza a los jóvenes. “Las nuevas
oportunidades que brindan las ciudades han generado procesos de migración de
los jóvenes rurales, que se suman al envejecimiento de los jefes de hogar”,
expresa el documento.
El
problema del catastro, si bien es común, no tiene las mismas dimensiones en el
Caribe y en América Latina. En los países continentales, el costo y la
complejidad de los procesos de titulación es en parte responsable de que solo
la mitad de los agricultores tengan un registro seguro de su propiedad, en
tanto que en los Estados caribeños la tenencia de tierras supone un conflicto
entre lo legal y lo legítimo.
En
el primer caso, legal se refiere a la titulación según el marco institucional
jurídico de los Estados, mientras que legítimo se relaciona con tenencias no
oficiales de propiedades familiares, propiedades generacionales y ocupaciones
ilegales.
“Estas
formas alternativas de propiedad reflejan intentos dinámicos de los sectores
más pobres de la sociedad caribeña de extender al máximo sus líneas de
parentesco y su escaso acceso a la tierra, a fin de garantizar su propia
seguridad alimentaria y la supervivencia intergeneracional”, explica el informe
del IICA, la FAO y la CEPAL.
En
el Caribe, afirma el reporte, el principal propietario de tierras es el Estado,
pues las heredó de antiguos gobernantes coloniales o las compró como parte de
sus gestiones de reforma agraria.
En prospectiva
De
acuerdo con Perspectivas, la
concentración y extranjerización de la tierra continuará en América Latina en
los próximos años, aunque también se generan legislaciones e iniciativas en
algunos países por regular la propiedad extranjera de la tierra. La
fragmentación en el segmento campesino será la que produzca la concentración,
que a su vez se manifestará en medianas y grandes propiedades.
Además,
las agencias piden integrar los recursos naturales en el cálculo económico de
las actividades productivas y establecer regulaciones de protección de los
ecosistemas, porque consideran que se seguirá profundizando la degradación ambiental.
En el Caribe, los expertos esperan que la llegada
de recursos internacionales impulse una mayor identificación de los propietarios
de parcelas, aunque aún deben superarse escollos como el alto costo de la
titulación, las transferencias al margen de la legalidad y el sistema
tradicional de propiedad, que reconoce derechos colectivos en vez de
individuales.
“La región necesita instituciones que
administren los intereses públicos y privados sobre la tierra en una economía
de mercado. Esto se requiere para garantizar que la zonificación ambiental, la
promoción del ecoturismo, la gestión de la expansión urbana, la protección de
zonas costeras y el control de la deforestación no se vean afectados por la
tendencia de dejar en manos del mercado los derechos individuales sobre la
tierra”, afirma el informe interagencial.
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