Paquete tecnológico aplicado al cultivo de soja genera beneficio ambiental y económico al Cono Sur
                                                                                                                                       
El Ministerio de Agricultura argentino y el IICA publican, en el marco de GCARD2, un estudio comparativo entre las ventajas de los cultivos de soja genéticamente modificada y convencional.

Cultivo de soja.
Punta del Este, Uruguay, 30 de octubre, 2012 (IICA). La aplicación de tecnologías como la siembra directa y la nutrición química y biológica, el correcto uso de biocidas (herbicidas, insecticidas y fungicidas) y la utilización de semilla genéticamente modificada (GM), combinadas con un marco claro de bioseguridad y la decisión de los productores de aprovechar técnicas innovadoras, han permitido a los países del Cono Sur reducir el impacto ambiental del cultivo de soja y convertirlo en su principal rubro de exportación agrícola.

Esta es una de las principales conclusiones del Estudio comparativo sobre el cultivo de soja genéticamente modificada y el convencional en Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, que acaban de publicar el Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca argentino (MAGP) y el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA).

El informe fue entregado a los Ministros de Agricultura de estos países, durante la reunión del Consejo Agropecuario del Sur (CAS) efectuada en Punta del Este, Uruguay. Las naciones incluidas en el estudio aportan casi el 50% de la producción mundial de soja.

La reunión del CAS coincide en esta ciudad con la Segunda Conferencia Mundial sobre Investigación Agrícola para el Desarrollo (GCARD2), en la que participa una delegación de especialistas en innovación del IICA, encabezada por su Director General, Víctor M. Villalobos.

De acuerdo con el estudio, la siembra directa, la nutrición química y biológica, los biocidas y el uso de variedades de soja transgénica conforman un paquete tecnológico que genera impactos ambientales positivos, en comparación con el cultivo de soja convencional.

“Para obtener los rendimientos actuales, el cultivo de soja convencional requiere mayor superficie y labor de suelo que el cultivo de soja GM. Además, produce mayor contaminación de aguas, aire y suelos debido al uso de diversos agroquímicos y genera una mayor contribución a la emisión de gases de efecto invernadero”, concluye el estudio.

En el 2011, en Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay se sembraron s de 40 millones de hectáreas con la leguminosa, mientras que en 1976, cuando se sembró por primera vez, fueron 1,37 millones de hectáreas.

“La introducción de semilla de soja GM revolucionó el cultivo en los cuatro países, por la facilidad de su manejo agronómico, el control de malezas y la disminución de costos de producción”, explica el informe, y agrega que la diferencia económica entre los costos directos de cultivar semilla transgénica y convencional es de 15% a favor de la que utiliza el paquete tecnológico descrito.

Algunas ventajas de este paquete, señaladas por la publicación del MAGP y el IICA, son que la siembra directa minimiza la erosión de los suelos, mientras que la nutrición vegetal (basada en fertilización química) permite recuperar áreas degradadas. Además, el uso de bacterias fijadoras de nitrógeno contribuye a disminuir la fertilización con este material, responsable de la emanación de óxido nitroso, el principal gas de efecto invernadero.

La coordinación técnica del estudio estuvo a cargo del Director General del IICA y el coordinador de biotecnología y bioseguridad del Instituto, Pedro Rocha.

Villalobos y Rocha sostienen: “Los marcos regulatorios en bioseguridad de los países objeto de este estudio han generado las condiciones que garantizan que se hayan realizado los estudios correspondientes sobre los riesgos potenciales de esta tecnología para la salud humana y animal y para el ambiente”.

Un desafío señalado por la investigación es el de mantener los beneficios del paquete tecnológico aplicado a la soja en los países del Cono Sur, mediante prácticas agrícolas optimizadas y nuevas tecnologías, con el objetivo de garantizar la seguridad alimentaria en un contexto de incremento poblacional, necesidad de conservación ambiental y cambio climático.